Lo Crit del Palleter

Lo Crit del Palleter
El palleter Vicente Domenech, patriota valenciá. Cuadro pintat per Joaquín Sorolla

sábado, 3 de octubre de 2015

9 DE OCTUBRE 1000 FORMAS DE CELEBRAR UNA SOLA FIESTA

La esencia es doble: dar gracias a Dios por la conquista y reafirmarnos como pueblo con autogobierno y personalidad propia
  • La primera procesión cívica fue en 1922; luego en 1928, cuando se renovó la Senyera durante la Dictadura de Primo de Rivera


  • La fiesta del 9 d'Octubre, en la que Valencia recuerda su conquista por el rey Jaume I de Aragón, se inició en el año de su primer Centenario, 1338. Desde entonces, en 677 ocasiones, Valencia ha rememorado la fecha. Pero la exploración exhaustiva de libros y reseñas de prensa nos lleva pronto a una conclusión cautelosa: siendo su esencia la misma, no hay un año idéntico a otro. A lo largo del tiempo, mil circunstancias han hecho que los modos, formatos y detalles hayan variado sensiblemente. Si en 2015 se plantean formas nuevas de celebración que causan asombro o inquietud, la conclusión parece sencilla: Valencia necesita un protocolo formal de la celebración, que no existe.
     
    Desde el año 1338 las circunstancias han sido tan variables como el clima, el hambre, las guerras o los conflictos sociales. Decimos que «cada año», pero nadie ha hecho el recuento de cuántas veces se ha celebrado, verdaderamente, la toma de la ciudad por Jaume I. Lo que es evidente es que, desde el primer momento, la celebración se ha regido por dos parámetros: dar gracias a Dios por la liberación del «yugo musulmán» y por la incorporación del Reino a la civilización cristiana. Y, mucho más modernamente, evocar que Jaume I creó un Reino con rasgos propios y diferenciados, en el que nos reconocemos los valencianos, unidos hoy en un proyecto común de autogobierno que se siente solidario con España a través de su Estatuto y la Constitución.



    Todo lo demás se puede afirmar sin rubor que es, ha sido y será cambiante. Mientras no esté codificado. ¿Por qué? Pues porque no es fácil contar las veces que se ha ido a la Catedral a dar gracias a Dios ni determinar cuántas veces ha salido la Senyera de la Casa de la Ciudad el día de Sant Donis. Con todo, sí se puede afirmar que este año se cumple un siglo de un hecho relevante: las juventudes de Lo Rat Penat acudieron al Ayuntamiento en 1915 y pidieron que se adornara el monumento al Rey, levantado en el Parterre en 1891, pero visitado solo por niños y palomas. El Ayuntamiento accedió y adornó el pedestal. Y fue en 1917 cuando, según leemos en LAS PROVINCIAS, hubo un primer acto de ofrenda por parte de las mismas juventudes.
     
    La aportación de lo Rat Penat
     
    Si a alguien debe algo Jaume I el Conquistador es, sin duda, a Lo Rat Penat. La entidad «d'amadors de les glòries valencianes» es la que ha empujado siempre del carro del homenaje al rey. Primero acompañó durante quince años el proyecto de erección de un monumento, nacido en el seno de este periódico; y después animó, en los primeros años veinte, un homenaje que respondía al aumento de la intensidad valencianista en la sociedad.
     
    En 1922 se puede decir que nació la Procesión Cívica. El Ayuntamiento se unió a los valencianistas y acudió en corporación, por vez primera, con la Senyera. Lo que no impidió que después viniera un bache sin fiesta municipal y que en 1928, el marqués de Sotelo, alcalde de la Dictadura primoriverista, mandara confeccionar una Senyera nueva que es la que ha salido a la calle hasta hace pocos años.
     
    Las fiestas de 1928 fueron grandiosas y solemnes; hubo Tedeum en la Catedral, donde siempre se ha cantado, aunque no hubiera fieles, y se ha rezado una misa por el monarca. Y eso, de alguna forma, estableció un modelo: Senyera-Tedeum-Parterre-corona de laurel.
     
    La II República simultaneó solemnes actos en el Parterre y en el Monasterio del Puig, lugar predilecto por Lo Rat Penat y el valencianismo, por ser la cuna de la conquista de la ciudad. Pero en 1934 se suspendió la fiesta por la Revolución de Asturias y en 1936 se abrió el doloroso paréntesis de la guerra. Como en 1938 había sido el VII Centenario de la Conquista, el primer alcalde del franquismo recuperó la fecha en 1939, «Año de la Victoria», con una fiesta solemne en la que, además de la Senyera, salió a la calle el «Penó de la Conquesta» y la espada del monarca, un espectáculo que muchos, ahora, no creerán.
     
    La fiesta, después de un bache, se reanudó en 1943. Y como no podía ser de otra manera, tomó un modelo muy militarizado, propio del franquismo. Es imposible, no hay espacio, para hacer un relato de todas las vicisitudes y pequeños cambios de la fiesta en ocho décadas largas. Basta decir, a manera de apunte, que el Ayuntamiento de Rincón de Arellano la trasladó a los domingos para que hubiera, en los años sesenta, algo más de público en el Parterre. El homenaje languidecía y solo Lo Rat Penat estaba «al pie del cañón». El alcalde López Rosat, en 1972, caminó portando la espada de don Jaime en un cojín entre cláxones de queja de los conductores. Después, algo más recobrada la fiesta con Miguel Ramón Izquierdo, habrían de venir las conocidas tensiones por la bandera de los primeros años ochenta, y el apartamiento socialista del Tedeum catedralicio (1979-1990), que fue recobrado por Rita Barberá en 1991.
     
    Pensamos, tras 25 años de Ayuntamiento popular, que la ceremonia ha sido «toda la vida igual». Pero hay docenas de pequeñas diferencias: cambió el itinerario cuando se restauraba la Puerta de los Hierros de la Catedral; nació el festival de Pirotecnia; Canal 9 retransmitió la bajada de la Senyera. pero solo cuando Eduardo Zaplana gobernó: antes daba solamente los actos oficiales convocados por Joan Lerma, que nunca fue a la procesión cívica. Luego, sin embargo, la bandera ha ido a la Generalitat y se hizo posible compaginar la procesión cívica, el Tedeum y los actos del Palau.
     
    Concejales de todos los colores han llevado con solemnidad la pesada bandera, en medio de lluvia y sol, de improperios y de vivas, con tensiones o con una paz octaviana. La fiesta, nunca igual a sí misma, se ha construido sobre un núcleo fijo -la Senyera y el homenaje al Rey- y otro variable, que es la acción de gracias a Dios en la Catedral. El resto, circunstancias, detalles y aditamentos, convendría codificarlos para evitar tensiones. Pero eso habrá de hacerse desde lo más difícil: el consenso general.
     
     

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